Quede claro que estos consejos son sólo fruto de mi experiencia, y basados en el equilibrio de las buenas prácticas y el sentido común. Por supuesto cualquier opinión de expertos en la materia sería mucho más válida que la mía, ya que como digo al principio, yo solo pretendo ser útil a quienes necesiten los primeros consejos para no salir “a ciegas”.
Alimentación
En
el camino vamos a realizar un esfuerzo mayor que en nuestra vida normal y
quemando más calorías, por lo que en absoluto debemos comer menos o
aprovechar el Camino para ponernos “finos” y perder unos kilos. La alimentación
la tenemos que llevar con seriedad, así como la ingestión de líquidos.
El
primer aspecto a tener en cuenta es el desayuno. Es cuando debemos aportar a
nuestro organismo la cantidad suficiente de energía como para afrontar la
primera parte de la jornada. Mi desayuno ideal es un zumo de naranja natural,
unas tostadas con aceite de oliva ó mantequilla y mermelada, y un café con
leche. Y en su defecto, un croissant a la plancha con mantequilla y mermelada.
Pero
tan peligroso como salir sin desayunar en condiciones, es pasarnos en la
ingesta de alimentos. Nos vamos a enfrentar a recorridos para nosotros
desconocidos, al menos en nuestra primera edición, lo que puede suponer
encontrarnos subidas “trampa” nada más salir del punto de partida. Esto, en
frío y “con la tripa llena”, puede suponernos un disgusto, o como mínimo, una
incomodidad que nos hará acordarnos de los bocadillos, del embutido, o del
exceso de bollería que no hemos sabido controlar.
Es
importante que a media jornada, o partiendo el recorrido en dos en función de
la dificultad del mismo, hagamos una parada para almorzar. Este es el segundo
momento de importancia, y lo digo por experiencia. Los primeros días, con el
carácter festivo que se le da a nuestra ruta, invitan a plantarnos ante un par
de huevos fritos con chorizo, por no hablar de los prolegómenos y del café
acompañado que viene después. Pues bien, ya hemos pasado por esto, y creedme,
se paga caro cuando vuelves a montar en la bici. Es mucho más placentero
almorzar algo ligero (para mí, y cada cuerpo es un mundo, no hay nada como un
bocadillo discreto de jamón con tomate, una cerveza o coca cola, y un café).
Hemos diseñado etapas relativamente cortas, y con el desayuno comentado, y este
almuerzo, llegaremos al final habiendo disfrutado de la etapa, del desayuno,
del almuerzo, y con ganas de sentarnos a comer sin ardores de estómago.
Y
si la etapa es más exigente, o sentimos en un momento dado que nuestras fuerzas
flaquean, siempre podemos echar mano de las socorridas barritas o geles, que
nos aportarán la energía extra que nos llevará hasta el final de etapa.
Para
comer tendremos a nuestro alcance en todo el camino los “menús del peregrino” por unos 10,00€, y tras tomarnos un café, nos echaremos
una reparadora siesta hasta media tarde. Lo mismo para la cena, pero habrá
destinos en los que apetezca más unos vinos o cañas con su correspondiente
tapa, que te dejan cenado enmarcados en un ambiente fenomenal.
En
nuestra experiencia, con estas pautas de alimentación (y no debo entrar en este
blog a hablar de calorías consumidas Vs ingeridas, etc…), nos permite recuperar
de un día para otro con total normalidad, y disfrutar a la vez de la rica
diversidad que nos ofrece el camino en cuanto a gastronomía. Sí que debo
mencionar que procuramos en todo momento que nuestra dieta sea variada, rica en
fibra y vitaminas con verduras y frutas, y alternando los carbohidratos de la pasta
y cereales con las proteínas de la carne y el pescado.
Hidratación
En
cuanto a las bebidas, más de lo mismo. Se trata de ir hidratando el cuerpo con
frecuencia, más que de beber gran cantidad de agua. En las bicis normalmente
caben dos bidones de agua, pero si no tiene alojamiento más que para un bidón,
os recomiendo llevar otro en la mochila. Ya habréis notado que yo soy de los
que se resisten a llevar la camelbak, tanto porque prefiero dedicar la mochila
a otra cosa, como por la comodidad para beber, que en mi caso mejora con los
bidones. Claro está que esto es muy particular y soy consciente de que somos
minoría los que pensamos así.
En
todo el recorrido podremos coger agua con frecuencia, pero no debemos
descuidarnos, porque recuerdo en nuestra etapa de Rabanal del Camino, que al
pasar por Castrillo de los Polvazares nos salvó el alma samaritana de un vecino
que nos metió al patio de su casa para cargar los bidones. Si no, entre que era
la una de la tarde, y el sofocante calor, no sé cómo hubiéramos llegado con lo
que nos faltaba por subir.
La
falta de hidratación puede provocar cansancio, sensación de malestar general, y
en ocasiones desorientación. Por no hablar de las temibles pájaras que nos
pueden amargar una jornada que se prometía festiva.
En
este capítulo pocos consejos podemos dar, que no sean los que nos recomiende el
sentido común.
Si
hemos elegido culotes de buena calidad, y estamos acostumbrados a realizar
salidas en bici de esta duración, no debemos tener problemas con nuestras
posaderas. Ahora bien, el calor, los caminos a veces pedregosos, las subidas o
bajadas prolongadas, nos pueden hacer sentir molestias que pueden acabar en
ampollas en bendita sea la parte, y eso sí sería un problema. Es aquí cuando
echaremos de menos no llevar lo que para mí es imprescindible. Un gel o crema
preventiva para la badana del culote, que evita rozaduras, y una crema para
después de la ducha, con efecto reparador en la misma zona. Aquí puede haber
debate entre elegir vaselina pura, las cremas deportivas de turno, las de
culito de bebés, o las que fabrican las Monjas Clarisas de Tudela (que por
cierto son mano de santo). Para gusto los colores.
Ni
que decir tiene que una buena crema solar en cuello, cara, brazos y piernas,
nos protegerá del cada vez más nocivo sol veraniego, sobre todo en las horas
centrales del día que nos van a pillar en pleno esfuerzo prolongado.
Y
no puedo cerrar este capítulo sin recordar la importancia, tanto antes como
después del ejercicio, de realizar ejercicios de estiramiento que primero
preparen nuestros músculos para el esfuerzo, y después los estiren y relajen lo
suficiente como para no tener agujetas.
Con estas sencillas pautas, nosotros hemos conseguido realizar todo el Camino de Santiago sin ningún percance, y disfrutando cada instante, tanto encima de la bici, como en los ratos libres que nos permite el recorrido.
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