El Camino que le parió
En
Logroño. Thomas Foullait, con su burro, su perro y su amigo Santiago, posa en
la capital riojana, en plena Ruta Jacobea. / Justo Rodríguez
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Sus
padres se conocieron en Toulouse y después de nueve meses de ruta, Thomas nació
en Santiago. Ahora, con 27 años, revive aquella peregrinación en burro.
Todo
es tan especial en la historia de Thomas que parece caer en el tópico cuando
sentencia que «el Camino cambia a la gente». Sin embargo, para él no lo es.
«Creo que para cambiar el mundo hay que empezar por uno mismo y viajar así es
una gran forma de hacerlo. Desde que marcho tengo más confianza en la vida y en
la gente», relata antes de recordar «dos o tres experiencias malas, que no son
nada comparadas con los centenares de buenas».
En el vientre del camino
A la izquierda, los padres de Thomas, ella embarazada, en plena peregrinación hace 27 años. A la derecha, él a su paso por Navarra.
/Mauricio Peña/Diario de León e Iván Benítez/Diario de Navarra
Thomas
Foullait estaba harto. Durante veintisiete años escuchó una historia en la que
él era protagonista pero de la que realmente no participó. Ni un solo recuerdo
personal, solo unas fotocopias ajadas que saca de su mochila con un punto de
pudor. De lo que estaba harto Thomas era de que todo el mundo le considerase
‘el hijo del Camino’.
Sus
padres, Yves Fouillat y Nadège Dussart, culminaron la Ruta Jacobea en 1988. La
intención de su padre era llegar al Himalaya, pero cuando atravesaba el este de
Europa, antes de la caída del Muro de Berlín, se dio la vuelta. Alguien le
habló del Camino, por entonces casi olvidado, y su vida cambió. A la aventura
se llevó acompañantes. Primero un burro, luego otro, después una cabra y
finalmente una mujer. Cerca de Toulouse nació un amor que germinó, nueve meses
después, en Santiago de Compostela. Allí llegaron como peregrinos auténticos,
viviendo del Camino y de la música, y decidieron que en la capital gallega
debía nacer, a los pocos días (el 3 de julio) Thomas Jacobo Noé, al que desde
entonces se ha considerado el peregrino más joven del Camino.
La
historia llenó páginas de periódico aquel verano gallego. «Se podía hacer un
símil muy fácil con la historia de Jesucristo: la marcha, el burro, el
nacimiento...», comenta. Y olvida decir que a sus padres, en la ruta, les
llamaban María y José. «Hasta el arzobispo se reunió con ellos y les ofreció
bautizarme, pero lo rechazaron», asegura el joven Foullait. Porque no se
considera católico, sino «amante de la filosofía, tanto cristiana, como
musulmana o judía...». Y, sobre todo, paladín de la libertad. «Soy un
anarquista del amor», sentencia con seguridad, sin importarle que la frase
suene cursi.
Veintisiete
años después de ver el mundo junto al Obradoiro, el joven francés quiere vivir
sus propias experiencias, sentir su Camino. «Desde que empecé a andar, el 31 de
octubre en Toulouse, me he dado cuenta de que ya no me importa contar mi
historia. Quiero ser el ‘hijo del Camino’ pero no por orgullo ni vanidad, sino
por la espiritualidad».
Y
no va solo. Thomas se ha convertido en el líder sin cargo de una curiosa
caravana, que recuerda la que acompañaba a sus padres. La forman él, su perro
Ulk, su asno Calimero, un carro y su nuevo amigo Santiago. Cada uno tiene su
historia. La última es la que más divertida le parece a Thomas. «En
Roncesvalles me encontré con Santiago, que es de Santiago de Compostela y
vuelve a su casa. Yo no voy a mi hogar, pero sí a donde nací», indica en una
especie de trabalenguas que corrobora su compañero de viaje, un joven de 18
años que ha dejado aparcado Segundo de Bachillerato para, alentado por su
madre, abrirse al mundo, algo de lo que no se arrepiente cuando atravesando la
calle Ruavieja de Logroño se acuerda de sus compañeros de pupitre. «Pobres
infelices», dice con una sonrisa radiante.
La
historia de Ulk explica todas las demás. El perro iba a ser el compañero de
viaje de Thomas en su primer intento de hacer el Camino. Pero en Bargota
(Navarra), hace unos años, cayó rendido por la edad y los kilómetros. «Volví a
Francia y pensé en esperar a que muriera para retomar la idea de volver a
Santiago», recuerda. «Pero lo que realmente deseaba era hacer el Camino junto a
mi perro. Es una cuestión de responsabilidad, que es lo que falta actualmente
en las personas», sentencia. Por eso ideó el carro y compró a Calimero, un
joven asno dócil, tocado con una concha de peregrino, que se lanza a la carrera
en cuanto ve el más mínimo desnivel. Desde el carro, Ulk controla todo y devora
kilómetros recostado como un patricio romano en su silla de mano
El peregrino más joven. Thomas, recién nacido, con sus
padres. Su madre hizo embarazada todo el Camino y dio a luz al llegar a
Santiago, el 3 de julio de 1988
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Cuando
Thomas llegue a Santiago, se sumará a los miles de extranjeros que cada año
culminan el Camino. En 2015 fueron 140.000 (el 53% del total) frente a los
122.000 españoles (47%). Esa es la tendencia. Cada vez hay más peregrinos
extranjeros y menos nacionales. Y se ha notado, sobre todo, un incremento de
alemanes, atraídos por el fenómeno literario ‘Bueno me largo’, ahora llevado al
cine, en el que Hape Kerkeling, el humorista y presentador de televisión más
famoso del país, relata sus aventuras como peregrino a Santiago. Más de cinco
millones de germanos han comprado este ‘best seller’ y a muchos les ha entrado
ganas de imitar a Kerkeling.
Pero
volvamos al Camino del joven Thomas, peregrino con móvil pero sin GPS («solo un
mapa») que no pone mala cara a ducharse con agua fría ni a dormir en una tienda
al aire libre. «Vivir el día a día no tiene nada de malo», dice y añade:
«Cuando sales a la calle te das cuenta de que la gente es maravillosa». Él
regala sonrisas y también las recibe, aunque alguna anciana se asuste cuando lo
ve rondando cerca de una iglesia y las fuerzas de seguridad le paren para
identificar a tan extraña comitiva («solo para atravesar Pamplona hablamos con
cuatro patrullas», recuerda).
Todo
es muy diferente a esa ruta idealizada y pura por la que transitaron sus
padres: «Ellos llegaban a un pueblo, hablaban con el cura, y dormían en la
iglesia o les buscaba un alojamiento». Ahora, según Thomas, «el dinero manda».
Los albergues, las rutas predeterminadas, el ambiente... En ocasiones el viaje
se convierte en una dolorosa contrarreloj para unos peregrinos que más parecen
turistas: «Nosotros no vamos cumpliendo objetivos, sino viviendo el Camino. Si
nos gusta un sitio, nos quedamos un día o dos». Aunque también reconoce que la
peregrinación «marca a fuego». «En Roncesvalles, de cada diez personas que
comienzan el viaje hay nueve turistas y un auténtico peregrino. En Compostela
ya hay diez peregrinos», sentencia.
Lo
dice ‘el hijo del Camino’ al que, cuando le ofrecieron firmar en Suiza «un
contrato fijo con un sueldo de 3.000 euros al mes decidió dejarlo todo. «¿Qué
iba a hacer con ese dinero? ¿Tener un gran coche? ¿Cenar en buenos restaurantes? Dos tercios se los habría
acabado dando a una ONG».
En el vientre del camino
/Mauricio Peña/Diario de León e Iván Benítez/Diario de Navarra
Su
madre está emocionada
Ahora,
su sueño es seguir hasta Compostela en un viaje más interior que físico en el
que también le acompañará, durante unos días, su madre Nadège. «Está emocionada
con la idea, quiere recuperar sus recuerdos», dice. Y es que la ruta, como
escribía Kavafis, no es el polvo de las sendas ni la belleza de la meta: «Ítaca
te brindó tan hermoso viaje./Sin ella no habrías emprendido el camino./Pero no
tiene ya nada que darte».
Entonces,
tras admirar el Pórtico de la Gloria, Thomas seguirá hasta Finisterre. Ése es
su objetivo final porque «los peregrinos llegaban a la costa antes de que
existiese una motivación religiosa». Y, sentado junto al mar, aguardará el
ocaso. «Para mí, ése es el símbolo del Camino de Santiago. El hombre frente al
sol, que no representa más que sus demonios», reflexiona. Y después, el destino
seguirá moviendo las cuerdas. Aunque Thomas y su novia (que en esta ocasión se
ha quedado en Toulouse), tienen en mente un proyecto distinto y, cómo no,
vinculado a la Ruta Jacobea: «Hemos pensado en crear una casa filosofal en el
Camino, abierto a la espiritualidad de todas las religiones». Mientras el
peregrino lo cuenta con emoción, Calimero trota libre por un parque de Logroño
y empieza a ramonear. Todavía hay algunos que solo piensan con el estómago.
-Un
correo para contactar con Thomas.
Thomas
quiere que su peregrinación sea «un viaje abierto». Y pide que quien quiera
contactar con él lo haga a través de su Facebook o del correo electrónico
cronn74@hotmail.com
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