Etapa 11. Sarria - Mélide (61,9 km)
Mojón de Sarria-Faltan 100 km hasta Santiago |
Hemos
descansado como los ángeles y a las 6,30 ya hemos desayunado y partiendo de
Sarria, sin que sus calles nos hayan marcado como para recordarlas. Quizá sea
por desconocimiento y falta de información, pero sin ser la población más
pequeña en la que nos hemos detenido, sí nos ha resultado la más triste y en
decadencia de todas.
Y para empezar
ayudando a digerir el desayuno, nos damos un calentón del quince para salir de
Sarria por el camino original. Se trata de unos repechos primero dentro del
casco urbano, y después entre soberbios castaños y matorrales espesos, que no
dan tregua. Llevamos pedaleando una hora y nuestro Garmin marca 7 km de ruta.
Menudo calentón para empezar a desentumecer los músculos. Eso sí, el paisaje
espectacular, metido en la Galicia profunda que tanto recordaremos a lo largo
de todo el año.
Desde aquí el
camino se hace previsible pero despiadado con el peregrino, sin dejar de subir,
bajar, de nuevo subir y vuelta a empezar. Los repechos, eso sí, son cada vez
más continuados y con mayor desnivel, o eso es lo que nos parece a quienes ya
vamos notando la acumulación de kilómetros en nuestros cuerpos.
Portomarín - Puente |
Y es que en
este año el pueblo se tuvo que trasladar al vecino Monte Cristo, ya que dos
años después se construiría allí el embalse de Belesar para abastecer
a una central hidroeléctrica. Por tanto, lo que vemos ahora de Portomarín es
una reconstrucción que tiene 55 años. Sin embargo, no todo aquí es de nueva
construcción, sino que hubo algunos edificios que se salvaron a la mudanza,
como la iglesia de San Nicolás.
Portomarín |
Lo
impresionante de esta iglesia es que fue trasladada piedra por piedra hasta su
actual ubicación en la plaza central del nuevo asentamiento. De hecho, todavía
puede verse la numeración de las piedras en el lateral izquierdo.
Destaca
su aspecto exterior de fortaleza, ya que antiguamente, además de ser iglesia,
era el castillo de la Orden de San Juan. Este edificio, que refleja sus cerca
de ocho siglos en el color de sus piedras, es una construcción a medio camino
entre el románico y el gótico. En su fachada principal se puede ver un bonito
rosetón.
Portomarín-Puente romano |
También
fueron trasladados piedra a piedra desde su ubicación original la balconada del
antiguo Ayuntamiento y la fachada románica de la iglesia de San Pedro. Una
suerte que por lo menos no dejaran que estos edificios también se quedaran
sepultados por el Miño, y así Portomarín puede conservar algo de su
historia anterior a “la mudanza”.
Portomarín-Iglesia de San Nicolás y Ayuntamiento |
Lo mismo
ocurrió con el viejo puente romano (medieval), reconstruido hasta la última
piedra que lo conforma para asentar una escalinata y colocar una pequeña
capilla en su parte más alta. Ahora la
entrada al pueblo se realiza a través de uno de sus arcos.
Y dejamos
Portomarín después del respiro que supone sentarnos a por el bocadillo de pan
tumaca, frente a la iglesia de San Nicolás y después de dedicarle un buen rato
a su visita, para volver al terreno rompepiernas que nos seguía esperando, todo
un reto a estas alturas, para llevarnos hasta Mélide.
Antes pasamos
por Palas de Rei, y lo atravesamos a través de una larguísima cuesta abajo que
lo parte en dos, para comenzar a subir de nuevo el sinfín de toboganes que nos
sigue exigiendo lo mejor de cada uno de nosotros. Para que nos hagamos una idea
de las características del terreno, Palas de Rei se encuentra a 548 metros de
altitud, y Mélide, que dista unos 16 km, lo está a 456 metros. Pues bien, esta
“bajada” nos hace sudar tinta con los
constantes repechos hasta llegar a la ciudad denominada el templo del pulpo.
Y después de
la ducha, ya estamos sentados en la pulpería, organizada en mobiliario y forma
a modo de sidrería, y que estaba a rebosar (y no es pequeña, os lo aseguro). En
fin, que volvimos a quedarnos como "el Cura de Arnedo". Pulpos varios, navajas,
padrón, etc, que con un cafelito y una
tarta de Santiago, nos llevaron directamente a la suerte de matar, o sea, al
orujo (nos dejan la botella en la mesa, que error !!!).
En Mélide era tarde y no
llegamos a misa; buena siesta, terraza con cervecita, buen paseo, y a dormir
con una cena ligerita junto al hotel.
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